Monday, August 01, 2005

I

Son las 6:00 de la mañana Cosimo se levanta con la misma promesa hecha a la imagen del espejo, se mete a bañar como si al hacerlo se quitara toda la carga de las cosas que ha hecho, ha decidido bañarse en la mañana y en la noche ante la imposibilidad de limpiar su espíritu, limpia ahora su cuerpo con tal ahínco que la piel de sus brazos y piernas ha quedado roja.
Sale del baño, se acurruca de nuevo en la cama y queda dormido hasta que el teléfono de tanto sonar lo despierta.
- Sí
- ¿Cosimo? ¿Estas bien?
- Sí, ¿Por qué?
- Son las 11 de la mañana y no has llegado a la oficina, estaba preocupada por ti.
Con esta ya son 3 veces en un mes.
- Mmmm, las once, me quedé dormido...
- Otra vez, qué es lo que te está pasando
- No empieces otra vez con eso Ana, ya te dije que estoy bien
- Sí, lo sé, es sólo que en verdad me preocupas
- Y eso no sirve de nada, no te sirve a ti, no me sirve a mí y mucho menos a este
sentimiento que...... olvídalo ya voy para allá
- Ok. aquí te espero, hay muchas cosas por hacer.
Cuelga el auricular, mira la ventana y ve el cielo, el sol ya ha salido y el día se ve tan hermoso, le encantan los días con sol y viento, sin embargo y a pesar de que esta consciente de ello, hoy no ha podido disfrutar el viento en su cara.
Toma su chaqueta, ni siquiera se fija que lleva más de cuatro días con los mismos pantalones y con la misma camisa, lo único que ha cambiado es su rostro cada día más sin vida.
Bajar las escaleras del edificio, tomar un taxi en la avenida que lo lleve lo más pronto posible a su otro encierro, platicar con el señor taxista que de nuevo se le ha hecho tarde, que si hay tráfico, que la vida cada vez es más cara, que hay que dar gracias por tener una chamba de 9:00 a 6:00 que no te permite disfrutar de los días, pero si te da para tener tu departamentito y pagar los abonos de un comedor sin usar.
Subir las escaleras de la oficina, saludar y decir que nuevamente tuviste un percance, que sientes mucho llegar tarde y que ya no sucederá.
Abrir los ojos y ver las caras de tus compañeros de oficina, cada uno con sus propias frustraciones, con sus propios dolores y teniendo que trabajar, escondiéndose en computadoras y bajo trajes ridículos que lo único que hacen es recordarte que pronto te veras como ellos.
Cerrar los ojos un momento y darse cuenta que son las 2, hora del típico ritual de la comida, caminar con tu grupo de amigos hacia la comida corrida. Aguantar la mirada de Ana.
Entrar de nuevo a la oficina, revisar unos cuantos documentos y esperar a que las horas pasen, platicar sobre las enfermedades de los hijos, sobre las rutinas y los planes para vacaciones (no se dan cuenta que siempre son los mismos)
Salir de la oficina, sentir de nuevo el viento en la cara pero ahora sin sol. No es necesario tomar un taxi, no hay prisa, no hay ningún lugar al cual llegar. La rutina termina y empieza la vida...

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