Tuesday, August 16, 2005

II

Cosimo camina por la calle, siempre que se siente así le da por ir a caminar a los parques y subirse a los columpios a pesar de que hay muchos columpios, en muchos parques que no son lo suficientemente grandes y en vez de sentarse, tiene que columpiarse parado.
Si todo en la vida fuera tan sencillo como columpiarse, las personas como Cosimo inventarían una y mil formas de hacerlo difícil y complicado, las cosas siempre son mucho más sencillas de lo que parecen.
Después de columpiarse decidió regresar de nuevo a su apartamento, nadie lo estará esperando, la luz del baño que dejó prendida al salir sigue encendida, los trastes sucios ya son más que los limpios y la cama sigue sin ser tendida.
Cosimo sube cada uno de los escalones del edificio con gran dificultad, cada escalón es tan pesado como el dolor que carga en el lado derecho de su espalda, cada día se encorva más.
Saca de la bolsa del pantalón la llave, abre la puerta y un olor a suciedad invade todo el pasillo, por lo que la vecina del 3 decide mejor pasar sin saludar y aguantando un poco la respiración.
Cosimo ni siquiera la voltea a ver, él ya no percibe este olor. Todo fuera como el mal olor de la casa de una persona, si las personas olieran según sus actos, seguramente no aguantaríamos ni nuestro propio olor. Afortunadamente en esta época moderna existen una gran cantidad de limpiadores, aromatizantes, perfumes y hasta neutralizadores de olores que hacen que ese tipo de cosas no nos preocupen ni tantito, con tal de oler bien, no nos importa nada. Siempre el cuerpo, lo externo, es por eso que Zaramago tiene razón al decir que somos nosotros los que pertenecemos a las imágenes y no ni NUNCA al revés.
Prende la televisión, bendito aparato rectangular que le ha permitido soportar e incluso disfrutar todo un fin de semana sin nada más que hacer que cambiar de un canal a otro. ¿Qué haríamos las personas que le temen a la soledad, sin programas estúpidos como Big Brother o la Academia?
Cosimo ya no tiene nada, no se dio cuenta que en realidad nunca tuvo nada, lo único que es nuestro en esta vida, es nuestro espíritu, el cuerpo se irá, las personas que están a nuestro lado también lo harán y si uno no enriquece, cuida y ama a su espíritu, éste tampoco estará con nosotros en nuestros últimos días, será como NUNCA haber vivido.
El teléfono suena, la indiferencia ante su sonido es tal que es la contestadora la que finalmente hace que se deje de escuchar su timbre.
- Cosimo, Hola Soy Ana, sabes, que odio dejar mensajes en estos aparatos, pero sólo quería recordarte que a pesar de todo y con todo estoy contigo. Estoy preocupada, no me gusta sentirte así. Bueno, llámame.
Cosimo sólo escucha el sonido de la voz, más no las palabras, toma el control del estereo, le pone play al compacto que uno de sus amigos olvidó y escucha la canción numero tres, sube el volumen cada vez más, esa canción nunca le gustó, ahora le hace ponerse de pie y bailar, es tan ridículamente alegre, tan simple, tan normal. Cosimo empieza a girar y a girar mientras la canción sigue, se termina y la vuelve a poner hasta terminar cansado llorando de nuevo en el piso de la estancia.
El frío de la madrugada lo levanta, se talla los ojos y se mete en su cama. Ya estando en ella no puede dormir, recuerda los últimos días que vivió con Anhela, ¿los vivió? O sólo fue un objeto presente en los últimos días de Anhela con él. Ella estaba tan llena de vida y él tan muerto que ninguno de los dos tuvo el valor de esperar al otro, ella en su vuelo a la vida, él en su retirada de ella.

Monday, August 01, 2005

I

Son las 6:00 de la mañana Cosimo se levanta con la misma promesa hecha a la imagen del espejo, se mete a bañar como si al hacerlo se quitara toda la carga de las cosas que ha hecho, ha decidido bañarse en la mañana y en la noche ante la imposibilidad de limpiar su espíritu, limpia ahora su cuerpo con tal ahínco que la piel de sus brazos y piernas ha quedado roja.
Sale del baño, se acurruca de nuevo en la cama y queda dormido hasta que el teléfono de tanto sonar lo despierta.
- Sí
- ¿Cosimo? ¿Estas bien?
- Sí, ¿Por qué?
- Son las 11 de la mañana y no has llegado a la oficina, estaba preocupada por ti.
Con esta ya son 3 veces en un mes.
- Mmmm, las once, me quedé dormido...
- Otra vez, qué es lo que te está pasando
- No empieces otra vez con eso Ana, ya te dije que estoy bien
- Sí, lo sé, es sólo que en verdad me preocupas
- Y eso no sirve de nada, no te sirve a ti, no me sirve a mí y mucho menos a este
sentimiento que...... olvídalo ya voy para allá
- Ok. aquí te espero, hay muchas cosas por hacer.
Cuelga el auricular, mira la ventana y ve el cielo, el sol ya ha salido y el día se ve tan hermoso, le encantan los días con sol y viento, sin embargo y a pesar de que esta consciente de ello, hoy no ha podido disfrutar el viento en su cara.
Toma su chaqueta, ni siquiera se fija que lleva más de cuatro días con los mismos pantalones y con la misma camisa, lo único que ha cambiado es su rostro cada día más sin vida.
Bajar las escaleras del edificio, tomar un taxi en la avenida que lo lleve lo más pronto posible a su otro encierro, platicar con el señor taxista que de nuevo se le ha hecho tarde, que si hay tráfico, que la vida cada vez es más cara, que hay que dar gracias por tener una chamba de 9:00 a 6:00 que no te permite disfrutar de los días, pero si te da para tener tu departamentito y pagar los abonos de un comedor sin usar.
Subir las escaleras de la oficina, saludar y decir que nuevamente tuviste un percance, que sientes mucho llegar tarde y que ya no sucederá.
Abrir los ojos y ver las caras de tus compañeros de oficina, cada uno con sus propias frustraciones, con sus propios dolores y teniendo que trabajar, escondiéndose en computadoras y bajo trajes ridículos que lo único que hacen es recordarte que pronto te veras como ellos.
Cerrar los ojos un momento y darse cuenta que son las 2, hora del típico ritual de la comida, caminar con tu grupo de amigos hacia la comida corrida. Aguantar la mirada de Ana.
Entrar de nuevo a la oficina, revisar unos cuantos documentos y esperar a que las horas pasen, platicar sobre las enfermedades de los hijos, sobre las rutinas y los planes para vacaciones (no se dan cuenta que siempre son los mismos)
Salir de la oficina, sentir de nuevo el viento en la cara pero ahora sin sol. No es necesario tomar un taxi, no hay prisa, no hay ningún lugar al cual llegar. La rutina termina y empieza la vida...