Tuesday, February 01, 2005

Esa soy yo

I
El viento rozaba sus mejillas mientras observaba por última vez su cuarto de azotea, pensaba en todos esos momentos que habían hecho de ese lugar su refugio; ese cuarto fue su cómplice en varias etapas de su vida, desde su primera ilusión hasta las aventuras de copas con sus amigos y sus mujeres.
¿Cómo será la vida ahora que no tendrá su azotea para llorar? ¿En dónde se va a esconder cuando tenga miedo? ¿Por dónde se va a escapar?
¿Escapar?, al irse de la azotea ya no tendrá que escapar más, esa idea le daba vértigo, sin embargo no iba a cambiar de opinión se marchaba hoy, dejando en ese cuatro una parte de su personaje de vida.
Tomó la última caja y al salir del cuarto se percató que no había quitado el dibujo que tapaba el pequeño espejo del baño, tuvo miedo al acercarse al dibujo de su cara, lo quitó, vio su rostro reflejado en el espejo, por momentos le parecía más certera la imagen del dibujo que la que veía reflejado en el espejo, iba a descolgar el espejo para meterlo en la caja pero se dio cuenta que ese espejo reflejaría su vida en la azotea así que mejor decidió dejarlo.
Unas lágrimas salieron de sus ojos mientras bajaba la última caja de cosas, la llevó a la cajuela de su coche, la amontonó junto a las otras y sin mirar atrás arrancó para no volver nunca más como habitante de esa casa.
Regresaría es cierto, pues en esa casa viven sus padres y no quería dejar de verlos, regresaría pero ya no para simular que es parte de esa familia, que a pesar de ser la suya siempre le pareció lejana.
Su corazón palpitaba muy rápido, su cara estaba totalmente llena de ronchas y sus manos no dejaban de sudar sabía que si volteaba, el miedo lo obligaría a volver atrás, manejó sin dirección, todavía no estaba listo para llegar a lo que sería su nuevo hogar.
Se detuvo en un parque, corrió hacia los columpios y en uno de ellos se puso a llorar, lloró tanto que las mamás que mecían a sus hijos en lo columpios se alejaron murmurando que posiblemente era un loco.
Giovanni se mecía tan fuerte que parecía que su columpio iba a dar una vuelta completa, lloraba y cantaba: dubi dubi dubi du, dubi, dubi, dubi, du..
De pronto sintió que iba a caerse del columpio y abrió los ojos, se dio cuenta que era de noche y que ya no había nadie en el parque, el columpio por falta de impulso empezó a perder su fuerza y poco a poco se quedó casi estático. Giovanni se bajo y se dirigió hacia su coche.
Esta vez manejo directo al departamento, que estaba ubicado en una zona que por la estructura de sus casas y departamentos se podía apreciar que en una época fue de gente muy rica.
Las puertas del edificio eran de madera y muy grandes, entró y salió directamente a un enorme espacio que alguna vez fue una especie de jardín que era rodeado por todos los departamentos, el suyo era el número 11 y era el único que no tenía cortinas en las ventanas, lo que permitía ver el interior de casi todo el departamento.

II
La mayoría de sus cosas ya estaban fuera de las cajas sin embargo no estaban acomodadas, sólo estaban afuera como riéndose de Giovanni, que se encontraba acostado en un viejo tapete que pidió a su abuela, era la única cosa que había traído de su casa.
Estaba acostado viendo el techo cuando de pronto y sin querer vio que una hoja era movida por el viento que entraba por las ventanas, era la hoja del dibujo que estaba pegado a su espejo, la miró fijamente y recordó el momento en el que lo pintó, fue hace tres meses, había tenido una discusión con Merlina, él no podía explicarle porque sus miedos no le permitían saltar a la vida y de pronto se dio cuenta que Merlina no lo conocía, no lo había visto nunca como era, sólo podía ver lo que los miedos de Giovanni le dejaban ver, esa idea le dio tanto miedo, que mejor decidió quedarse callado, dejar que Merlina siguiera discutiendo mientras el tomaba las acuarelas y se empezaba a dibujar un gran tache en su boca, luego cubrió el resto de su rostro con acuarela amarrilla y dibujo una línea roja alrededor de sus ojos y en su nariz, la cual iba bajando hasta su pecho en donde hizo el dibujo de una pistola envuelta con unos iconos que representaban todos sus miedos.
Cuando terminó de dibujarse se dio cuenta que Merlina había colgado el teléfono, lo dejó descolgado, se acercó hacia el espejo y quedó tan aterrorizado de esa imagen que decidió reproducirla en una hoja para recordarse constantemente que la gente nunca lo iba a ver como era, porque sus miedos estaban atados a sus ojos y a su boca, se fijó que tal vez podría disparar la pistola que era envuelta por sus miedos y así podría matarlos, pero cómo hacerlo si sus miedos la envolvían tan bien que no se podía ver el gatillo, además si la dispara también perdería su boca y sus ojos, cómo vería sin ellos cubiertos de miedo, cómo saldrían sus palabras sin el miedo que las haga sonar, sería como despertar y darse cuenta que todo lo que fue nunca fue en realidad él, sino sus miedos.
Esa fue la primera vez que fue consciente y para no olvidarlo como le pasaba con tantas cosas que le dolían decidió colgarlo justo ahí en el espejo que vería todos los días al salir del baño.
Ahora la imagen ya no tenía espejo ya no estaba fija en la pared ahora se encontraba libre en el suelo del apartamento, se movía y cada movimiento tenue era como si un miedo se moviera para hacerse presente.
Giovanni podía reconocer que uno que otro icono ya no debía de estar en ese dibujo pues ya había podido romper ese miedo, sin embargo todavía había muchos que se hacían presentes y que estaban ocultos entre todas sus cosas que estaban regadas en el suelo.
Respiró hondamente, se levantó del tapete y buscó entre sus cosas las acuarelas, mientras las buscaba observó los cuadros que había pintado, siempre quiso aprender a dibujar paisajes y nunca pudo, siempre dibujaba montañas que parecían manchones de pintura sin forma, manchones que eran las perfectas representaciones de su inutilidad para pintar paisajes, para pintar su vida.
Por fin encontró las acuarelas, fue por un poco de agua al baño y al caminar hacia éste se dio cuenta que el baño era el único lugar en donde no podía ser visto por los vecinos que constantemente se asomaban por las ventanas para curiosear y conocer al nuevo habitante del apartamento 11.
Por esa razón se encerró en el baño, al cerrar la puerta notó que había una tina, decidió llenarla mientras comenzaba a dibujarse en el espejo, esta vez no dibujaba su cara sino dibujaba la cara que se reflejaba en el espejo.
Lo primero que dibujo fue su boca pero esta vez no estaba cerrada, la dibujo abierta, sonriendo, con una especie de lengua que salía y recorría su cuello, sus ojos los dibujo totalmente abiertos y de color morado, su nariz la dibujo muy grande y con unos ojos saliendo de sus fosas nasales, esta vez también se dibujo los oídos los cuales eran pequeños y su cabello lo dibujo de color rosa, dividido por dos colas en las cuales al final estaban amarradas dos cajitas de color azul.
Se miró y se asusto al darse cuenta que se había dibujado como una mujer, se alejó del dibujo que lo veía firmemente y se metió a la tina.
El agua de la tina estaba muy caliente, con el vapor el dibujo poco a poco se estaba desvaneciendo y solo quedaban rayas de colores hacia abajo, el rosa del cabello se mezclaba con el morado de los ojos y la boca ya no tenía forma, la lengua era ahora una mancha más desvaneciéndose.
Se quedó varias horas mirando este espectáculo de manchas mientras sentía como éstas recorrían su cuerpo. Salió del baño después de haber sentido que sus miedos se volvían mas livianos y comenzó a ordenar sus cosas para comenzar ahora si a pintar su propia vida.